Por: Gilberto Jiménez Carrillo
Hace
unos días, el prestigiado periodista Sergio Sarmiento publicó un tuit diciendo
que cuando vio las listas de los candidatos a diputados del PRI y del PAN, le
quedó más que claro que la política es un negocio de un pequeño grupo que se
rota las posiciones de poder. Lo afirmado por Sarmiento no es ninguna novedad,
pues es del dominio público que, con dos o tres excepciones, porque hay que
darles paso a los hijos para seguir manteniendo el negocio, los ciudadanos ven
las mismas caras elección tras elección.
El
que ya fue regidor y diputado, quiere volver a serlo y como es un negocio particular
al que solo entran unos cuantos, el partido postula a los mismos, como si en su
anterior desempeño hubieran sido unas lumbreras. Y lo peor de repetir en el
cargo, es que también repiten en ineptitudes y mediocridad, o sea que durante
tres años más, otra vez ocuparán una silla sin desquitar los muchos miles de
pesos que recibirán de sueldo por convertirse una vez más en brillantes
nulidades. Lo peor es que ya no tenemos al “Chapulín Colorado” para que nos
defienda y como es imprescindible que existan regidores, diputados,
gobernadores y senadores, los ciudadanos votan por lo que hay.
Pero
no pensemos que en el caso de Durango es una condena o una maldición que de
nuevo los mismos quieran hacer lo mismo, afortunadamente tenemos una opción.
Desde que incursionó en política, el licenciado Ignacio Aguado se convirtió en
la opción diferente que los ciudadanos estaban esperando. El excandidato
independiente y ex coordinador de la campaña presidencial de Andrés Manuel
López Obrador, no ha perdido la mística. Los nuevos místicos piensan que lo
importante consiste en que la gente vote por lo correcto, porque si lo
hicieran, tendríamos unos gobernantes adecuados, y teniéndolos, todos los
problemas se resolverían. Esta mística política siempre ha estado presente en
la ingenuidad de la sociedad, cuando la realidad es otra.
La
gran diferencia entre los verdaderos y los falsos místicos radica en que unos
pretenden que las personas sean virtuosas, de modo que la sociedad termine
mejorando algo, y los otros prefieren imponer desde arriba un modelo social que
nos haga virtuosos por decreto. Creen que la política lo arregla todo, cuando
en realidad, no es así. Por eso, cuando Nacho Aguado dice que no solo nos
cansan los mismos rostros de siempre, sino el cinismo de cómo se reparten a
Durango como si fuera un pastel, los ciudadanos le dan la razón, incluso creen
en sus palabras cuando dice estar dispuesto a luchar contra esos cacicazgos. La
política que no se basa en la participación popular tiende a ser privilegio de
un grupo, de una casta o de una clase. Esa participación popular debe permitir
a todos participar de las decisiones.
La política es compatible con la mística, pues las exigencias fundamentales como la fidelidad a la voluntad ajena y la humildad en el compromiso con la verdad, coinciden. En Durango, son contados con los dedos de una mano los políticos que viven y practican esa mística, hasta el punto de que aceptarían morir antes que traicionar la causa que abrazaron.
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