Qué difícil decisión están tomando las autoridades federales
y estatales al insistir el regreso a clases presencial, con la pandemia
causando miedo, dolor y muerte a nivel récord, un sector salud agotado y
saturado, y las escuelas abandonadas.
A ese contexto tan complejo se le suma el factor social y el
riesgo de que los gobiernos se vean autoritarios al imponer una decisión que
además de impopular es bastante riesgosa.
Y es que, mientras la mayoría de la gente rechaza tajante el
retorno a las aulas, las cifras hablan por sí solas: en los últimos 70 días el
estado de Durango aumentó 20 por ciento los contagios acumulados durante toda
la pandemia, al pasar de 34 mil a 41 mil en dos meses.
Andrés Manuel López Obrador está decidido a obligar que los
niños y jóvenes vuelvan a los planteles y traten de rehacer una vida cotidiana.
Mientras, gobernadores y alcaldes temen contradecirlo: saben que podría muy
costoso llevarle la contra.
Lo grave que dibuja de cuerpo entero la educación que tenemos
en Durango y todo México es la carencia en las escuelas, pues la mayoría no se
preparó ni para hacer un mejor ejercicio virtual en relación al ciclo pasado,
mucho menos pensaron en la modalidad presencial o híbrida.
Los regidores Daniela Soto y David Payán propusieron en mayo
pasado un punto de acuerdo para sumarse a ayudar a las escuelas del municipio
de Durango a tener las condiciones mínimas necesarias para volver a la
educación en las aulas.
Sin embargo, nadie los quiso escuchar. El Municipio de
Durango prefirió no asumir responsabilidad alguna en la petición, con el
argumento de la falta de presupuesto para ese tipo de acciones.
Hoy, el regreso a clases está a menos de dos semanas de
distancia y más de 200 escuelas suplican que alguien los apoye para contar con
lo mínimo: cubrebocas, gel antibacterial, líquido sanitizante, termómetros,
entre otros insumos que nadie les ha dado.
Los directivos de cada escuela, junto a sus docentes y
comunidad de alumnos y padres de familia, se muestran desesperados, y han
vuelto a suplicar a los regidores y al gobierno de Jorge Salum que los apoyen.
No solo se trata de los insumos médicos, preventivos y de
atención sanitaria directa, sino el hecho de que los planteles llevan casi 18
meses sin mantenimiento preventivo, correctivo y de limpieza general.
Son 18 meses de estructuras y salones viejos, con humedad,
muchos con techos y paredes débiles. Algunos con problemas de faunas nocivas,
zacatales enormes y muchos otros riesgos para los menores.
Cuando Daniela Soto y David Payán plantearon esta medida en
mayo pasado, era más difícil suponer los desafíos que ahora vemos está
generando la tercer ola de contagios de COVID en la capital duranguense -y
prácticamente en todo el estado-.
Hoy, ciertamente seguimos a ciegas, pero lo que sí sabemos es
que no podemos ni calcular cuánto tiempo más vamos a mantener tan altos niveles
de contagios y muertes por día. Es como vivir en un bucle de zozobra y miedo a
morir.
Y también sabemos que las principales víctimas de las nuevas
cepas de Coronavirus son los niños, adolescentes y jóvenes.
El regreso a clases presencial parece la única alternativa
que se impone. Es sí o sí, aunque no haya ni indicios de que México vaya a
entrar a la vacunación de menores de 18 años.
Por eso insisto: qué grave circunstancia… no me gustaría
estar en los zapatos de quienes están impulsando esta decisión, sobre todo
cuando veamos el impacto que tenga en las cifras diarias de contagios,
padecimientos y muertes.
Soy Iván Soto, nos vemos diariamente a través de la
multiplataforma de En Vivo Durango.
Por: Iván Soto Hernández
@IVANSOTTOH
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