Debe ser cosa muy fea eso de ser presidente de la República. Algo ha de tener la silla presidencial que trastorna a quien se sienta en ella

 


Debe ser cosa muy fea eso de ser presidente de la República. Algo ha de tener la silla presidencial que trastorna a quien se sienta en ella.

Raro es el que, como Ávila Camacho, Ruiz Cortines o Ernesto Zedillo, para hablar sólo de los más modernos, conserva intactos su buen sentido, su prudencia y su mesura después de ceñir la banda tricolor.

En el curso de nuestra Historia la mayoría de los presidentes han sido poseídos por la soberbia del poder, y han llegado a extremos de corrupción, frivolidad, insania o incluso crimen.

En el actual sexenio, hay que decirlo sin ambages, el nombre de México ha sido degradado.

Por los comentarios de amigos que tengo en el extranjero, y por la lectura de periódicos de otros países, puedo afirmar que actualmente se nos mira como una república bananera en la cual, a más de los males de la pobreza, la criminalidad, la ignorancia y la insalubridad privan prácticas corruptas, abusos de poder, incompetencia en el ejercicio del gobierno, hostilidad y acoso contra los medios de comunicación y los periodistas independientes, veleidad en la aplicación de la justicia, violencia cotidiana y permanente impunidad.

Nuestro Servicio Exterior ha perdido por completo el prestigio que antes tuvo, y los desencuentros del presidente López con naciones como España, Austria y Panamá, y últimamente con la Unión Europea, nos colocan en la categoría de un país de bajo desarrollo sujeto a la caprichosa y omnímoda voluntad de un cacique a la manera de Chávez o Maduro. En un régimen presidencialista como es México la imagen del país es determinada en buena parte por la imagen de su Presidente.

Y hoy por hoy sólo los más ciegos, sea por ignorancia, por interés o por obtuso dogmatismo, no advierten ni reconocen que la imagen de México en el exterior se ha demeritado gravemente, sin importar que la propaganda oficialista y las dádivas que el Caudillo de la 4T reparte a diestra y a siniestra lo doten en el interior de una popularidad que en nada corresponde a los escasos frutos de su gestión y a los constantes yerros cometidos en perjuicio de los ciudadanos.

Pobre México, tan lejos del buen gobierno y tan cerca del populismo, la demagogia, el caudillismo y la ilegalidad….

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