Los negativos resultados de la jornada electoral del pasado 6
de junio y la pasiva, cerrada y autocomplaciente actitud de su dirigencia nacional
alimentan, en un creciente nĆŗmero de militantes
Un mal presagio invade la vida interna del PRI. Los negativos
resultados de la jornada electoral del pasado 6 de junio y la pasiva, cerrada y
autocomplaciente actitud de su dirigencia nacional alimentan, en un creciente
nĆŗmero de militantes, la sensaciĆ³n de extravĆo, de pĆ©rdida del rumbo
ideolĆ³gico, de vertiginoso declive polĆtico electoral y de grave peligro de
gradual desapariciĆ³n del escenario democrĆ”tico de nuestro PaĆs. Y no es para
menos, porque el cristal por el que la dirigencia formal actual mira los malos
resultados de la pasada elecciĆ³n y la forma en la que justifica el pĆ©simo
manejo en la cancelaciĆ³n de mĆ”s de cinco millones de afiliaciones de
militantes, sĆ³lo revelan una visiĆ³n patrimonialista y de corto plazo, con
soluciones de autoengaƱo y simulaciĆ³n como remedios caseros para un partido que
requiere cirugĆa mayor si aspira a mantenerse vivo como una opciĆ³n real de
gobierno.
Al PRI, como partido histĆ³rico le llegĆ³ la hora de refundarse
o de refundirse como una pieza de variados metales en el museo de las
instituciones polĆticas de la NaciĆ³n. No se puede vivir del pasado ni mucho
menos se puede mirar el futuro del Partido con el espejo retrovisor de
ambiciones e intereses de grupos anclados en un pasado de autoritarismo,
imposiciones, exclusiones y democracia interna simulada. Las grandes
aportaciones del PRI al desarrollo democrƔtico e institucional de MƩxico son,
sin duda, motivo de gran orgullo para su militancia; pero forman parte del
pasado, de un pasado que se entremezcla con la narrativa social que muestra
tambiƩn a una Ʃlite dirigente que fue omisa de los compromisos con la sociedad
y fue en exceso permisiva y servil frente a la corrupciĆ³n, la frivolidad, la
ineficacia y los excesos de una camarilla gobernante que provocĆ³ malestar,
hartazgo y rechazo de la sociedad que se reflejĆ³ en los resultados electorales
de 2018 y siguiĆ³ impactando en los procesos electorales del 2021.
El PRI, en su primera etapa como Partido Nacional Revolucionario
nace como un Partido de Estado, surge desde el poder, emerge de la fragua de un
movimiento revolucionario que le asignĆ³ tres objetivos fundamentales: Mantener
la defensa del proyecto de naciĆ³n inscrito en la ConstituciĆ³n PolĆtica de 1917,
administrar el poder para evitar conflictos entre las diversas fuerzas
polĆticas de la NaciĆ³n y conservar ese poder en manos de los representantes de
la revoluciĆ³n triunfante y sus legatarios. El PRI fue, sin duda, como
partido-sistema el gran constructor y defensor de las instituciones que
impulsaron el desarrollo nacional en el siglo XX; y desde los aƱos 70 fue el
gran promotor de la transiciĆ³n democrĆ”tica que abriĆ³ las puertas a la
normalidad electoral y al pluralismo PolĆtico. Pero ya no fue capaz de transformarse
a sĆ mismo con la misma velocidad y eficacia; y a partir de los aƱos 80 del
siglo pasado iniciĆ³ una ruta de deterioro ideolĆ³gico y programĆ”tico que no ha
podido remontar.
Fuera del ejercicio del poder, al PRI sĆ³lo le queda la opciĆ³n
de refundarse, de renacer con nuevas formas de organizaciĆ³n que eliminen el
burocratismo partidario, con diferentes mĆ©todos de acciĆ³n polĆtica para
aprender a luchar por conquistar el poder y mantenerlo en un ejercicio
responsable, eficiente y honesto al servicio de la sociedad. Renovarse o morir,
ese es el reto. El tiempo dirĆ” si la dirigencia y la militancia estuvimos a la
altura del desafĆo.
POR JOSĆ ENCARNACIĆN ALFARO CĆZARES
@JOSEEALFARO
@Elenamtz512
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