De negociador silencioso
a funcionario estridente, el secretario de Gobernación es blanco de las
críticas por sus polémicas políticas, una estrategia que le reporta visibilidad
en la carrera por la presidencia El Congreso de Tabasco estaba de manteles largos.
Adán Augusto López, el secretario de Gobernación, volvía como invitado de honor
a su tierra natal. Hace poco más de un año había pedido licencia como
gobernador del Estado para convertirse en la mano derecha y principal operador
político de su paisano, el presidente Andrés Manuel López Obrador. Ese día
llegaba con una gran conquista bajo el brazo, al conseguir los apoyos
necesarios para mantener al Ejército en las calles en tareas de seguridad, y
llegaba también como uno de los tres principales aspirantes de Morena a la
presidencia, el partido más votado de México. López se encaramó sonriente en la
tribuna parlamentaria, confiado como quien regresa a casa, cómodo de poder
hablar entre tabasqueños. “Los del norte dicen que no le aportamos gran cosa a
la Federación, porque para empezar, no sabemos trabajar, que los esforzados y
los trabajadores son ellos”, ironizó el número dos del Gobierno. “Lo que no
saben es que nosotros somos mucho más inteligentes que ellos y quienes se
precian de ser inteligentes pueden hacer las cosas con menor esfuerzo, mejor y
de mejor manera”, agregó el pasado 19 de octubre
En otras circunstancias,
quizá en su faceta de gobernador, los comentarios de López probablemente
hubieran pasado inadvertidos o hubieran sido tomados como un chascarrillo sobre
la vieja rivalidad mexicana entre el norte y el sur, como la hay en tantos
otros países. Esta vez, sin embargo, lo decía el secretario de Gobernación, el
enlace clave del presidente con la oposición y los Gobiernos de los Estados. No
parecía una casualidad, era el relanzamiento de la imagen pública de Adán
Augusto, como se refieren a él sus allegados.
Dos días antes, en el
inicio de una gira bajo el pretexto de conseguir la aprobación de la reforma
sobre el papel de las Fuerzas Armadas en los Congresos estatales, López lanzó
varios dardos contra gobernadores de la oposición, acusándolos de permitir
“baños de sangre” y llamándoles “hipócritas y egoístas”. Un día después, en
Tlaxcala, el secretario hizo otra declaración polémica tras el aumento de casos
de violencia intrafamiliar: “No hay que ser tan pegalones”. En Hidalgo, en
plena polémica por el ciberataque que filtró más de cuatro millones de correos
de las Fuerzas Armadas, el exgobernador fue un paso más allá en su defensa a
los militares y su protagonismo en esta Administración. “Desde luego que un
militar puede participar en tareas políticas y puede tener aspiraciones
políticas, incluso ser presidente de la República”, dijo el 22 de octubre. Para
el día 25, en Michoacán, López se refirió al expresidente Felipe Calderón como
“Felipe el pequeño”, lo acusó de dejar un “reguero de sangre” y lo llamó
“traficante de armas”.
Adán Augusto López
Secretario de Gobernación en un diálogo con integrantes de la sociedad civil
sobre la participación de las Fuerzas Armadas en Seguridad Pública.
Adán Augusto López
Secretario de Gobernación en un diálogo con integrantes de la sociedad civil
sobre la participación de las Fuerzas Armadas en Seguridad Pública.
Adán Augusto López
aceleró su metamorfosis en las últimas semanas. Cuando llegó al cargo en
Gobernación, a finales de agosto del año pasado, un perfil publicado en EL PAÍS
lo describía como “de carácter sobrio y reservado”. El aura de negociador hábil
y silencioso lo posicionaba para muchos como el tapado en la carrera por la
presidencia, un mexicanismo político que hace referencia a la discreción como
la virtud que caracteriza al elegido para tomar el relevo presidencial. El
empuje de López era patente en círculos políticos, pero no en las encuestas. A
pesar de que López Obrador lo incluyó desde hace meses en el club de los
presidenciables, el secretario era el segundo aspirante menos conocido entre 16
políticos del Gobierno y la oposición, según una encuesta de Enkoll publicada a
finales de agosto. Ocho de cada diez encuestados no lo conocían ni habían oído
hablar de él.
Precisamente en agosto,
tras una serie de narcobloqueos y motines del crimen organizado que sembraron
el caos en varias zonas del país, López llamó a la mesura y declaró que no
había que “magnificar los hechos” ni exagerar ante la “propaganda” criminal.
“No es que queramos minimizar estos hechos como actos terroristas, pero desde
luego hay una estrategia federal de combate a la inseguridad, que está dando
resultados”, dijo el 15 de agosto, en dichos que se recogieron esporádicamente
en los medios. La declaración de mayor impacto mediático de López fue, en
cambio, cuando se encaró con colectivos de madres de desaparecidos afuera de su
oficina. “¿Usted confía en mí?”, preguntó a una de las manifestantes. Ella
respondió que no, que no se fía de nadie. “Yo tampoco confío en usted”, reviró
el funcionario, lo que le valió críticas de los analistas y burlas en redes.
El viraje se perfiló como
un proceso paulatino, bajo el entendido de que siempre es mejor que hablen de
uno que pasar inadvertido y que el alcance de los medios tradicionales es
crucial para ser una cara reconocible para los votantes. Y con la batalla en el
Congreso durante septiembre como telón de fondo, entre reclamos de
militarización, que aumentó su exposición y endureció sus actitudes en público.
“El proyecto de Nación no admite titubeos”, dijo el 7 de septiembre en el
Senado, el mismo día en que llamó a Ricardo Monreal, líder de su bancada,
“compañero rebelde”.
En plena campaña
adelantada, la jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum,
apareció la semana pasado dando brincos sobre un trampolín y el secretario de
Exteriores, Marcelo Ebrard, anduvo en bici y se pintó la cara de catrín para
celebrar el Día de Muertos. La faceta relajada de López es distinta: se
presenta como el hombre que no se raja en medio de la pelea, el que dice las
cosas sin rodeos y sin temor a la corrección política de las redes sociales o
del “viejo régimen”.
Algunos comentaristas
políticos han hecho paralelismos esta semana entre Jair Bolsonaro, Boris
Johnson o Donald Trump y la reciente estrategia de comunicación del político
tabasqueño. No solo por el tono, sino por su manejo de los hechos. Tras
engancharse con los gobernadores de Jalisco, Enrique Alfaro, y Nuevo León,
Samuel García, López se lanzó contra Calderón y aseguró que estaba señalado en
el extranjero por tráfico de armas: “Hay una investigación, incluso
internacional, en contra de Felipe Calderón”. El expresidente lo negó y lo retó
a decir quiénes le investigaban. Menos de 24 horas después, el secretario decía
que lo habían malinterpretado: “Yo no señalé que hubiera una averiguación en
contra de nadie”.
En el cruce de
descalificaciones y acusaciones con la oposición, López, llamado a ser el
interlocutor con esos actores, ha recibido el espaldarazo de López Obrador. “Es
parte de la polémica que debe de haber, no hay que sorprendernos de eso, sería
muy aburrido que no hubiera polémica”, minimizó el pasado 21 de octubre.
“Es como el policía malo
del Gobierno”, comenta Heidi Osuna, directora de la encuestadora Enkoll. Osuna
ve que hay una intención del secretario de Gobernación para hacerse conocer
entre los votantes y traducir después eso en intención de votos, pero dice que
no se trata de una estrategia puramente electoral de López, sino de un papel
que se le pide asumir en la Administración de López Obrador. La experta en
Opinión Pública señala que tampoco es un cambio de tono exclusivo de López y
que en las últimas semanas otras figuras, como Sheinbaum o la gobernadora de
Campeche, Layda Sansores, han entrado también en otras confrontaciones. “Es una
estrategia de partido, con varios liderazgos radicalizados que quieren
demostrar que pueden conectar con los votantes más a la izquierda”, opina
Osuna.
En lo que toca a Adán
Augusto, la estrategia parece haber rendido frutos. López es el segundo
aspirante a la presidencia con más presencia en los medios en lo que va de año,
solo detrás de Alejandro Alito Moreno, el líder nacional del Partido
Revolucionario Institucional, según un estudio de la consultora Central de
Inteligencia Política y el agregador de encuestas Oraculus. Existe una
diferencia crucial con Alito, sin embargo: Moreno tiene un 77% de menciones
negativas y solo un 8% de positivas, López tiene un 6% de negativas y un 58% de
positivas. Entre 13 políticos evaluados, el secretario de Gobernación es el
mejor valorado por los medios según esa fuente, que recoge y jerarquiza
información de 35 diarios, 35 canales de televisión y 30 emisoras de radio.
También ha avanzado en
las encuestas. López ya rebasó al senador Ricardo Monreal como el tercer
aspirante de Morena con mayor número de opiniones favorables, aunque Ebrard y
Sheinbaum mantienen una ventaja de dos dígitos por delante, publicó el pasado
21 de octubre El Financiero. Demoscopia lo puso el 12 de octubre también en el
tercer sitio con un 9,4% de la intención de votos y con un crecimiento de un 1%
respecto a septiembre y agosto pasados, aunque por debajo de los casi 15 puntos
porcentuales que llegó a tener en junio. Massive Caller le da un crecimiento
neto de más del 3% desde agosto pasado entre los simpatizantes de Morena, pese
a algunos altibajos, según publicó el 13 de octubre.
Osuna apunta que en la
encuesta interna de Morena para la selección de candidatos se da mucho peso al
reconocimiento público que tiene cada aspirante. “Hasta el momento es una pelea
de dos entre Sheinbaum y Ebrard”, comenta. “Si para enero, Adán Augusto no
alcanza niveles de reconocimiento alrededor del 40%, va a ser casi imposible
competir”, agrega. Y luego está el reto de convertir ese conocimiento en
opiniones positivas, la especialista comenta que en encuestas en Nuevo León,
por ejemplo, López tuvo un buen desempeño tras la gestión de la crisis de agua,
pero que el conflicto quizá no sea una estrategia tan atractiva para intentar
llevar votantes a las urnas.
“No ando en campaña
diputado, no coma ansias; a lo mejor ya mero, sí, pero ahorita yo no ando en
campaña”, respondió López al diputado local Crispín Guerra, líder de la bancada
del Partido Acción Nacional, en su visita al Congreso de Colima el pasado 27 de
octubre. Desde hace a un mes, se ve en bardas y mitines de todo el país, la
frase “Estamos a gusto, que siga López” para promocionar su candidatura
presidencial. La normativa electoral obliga a crear la ficción de la
campaña-no-campaña y ninguno de los aspirantes ha oficializado sus
pretensiones, aún no llega el plazo legal ni político. Consultada sobre este
reportaje, la oficina de comunicación social de la Secretaría de Gobernación no
respondió a una solicitud de comentarios. “Todavía falta mucho, no son tiempos
para ello”, dijo esta semana.
Ya desde finales de
septiembre, el secretario de Gobernación decía una calca a la senadora panista
Kenia López Rabadán: “No coman ansias. Ya llegará el tiempo en que nos vean en
campaña”. Así como insistió en los “baños y regueros de sangre” en los Estados
gobernados por la oposición y en los mandatos presidenciales pasados de la
oposición. Y en la “hipocresía” y “egoísmo” de sus nuevos adversarios. En cada
caso, cada palabra fue retomada por la prensa. En medio de la metamorfosis,
López espera seguir subiendo en las encuestas y en la batalla interna por la
sucesión más larga de la historia moderna en México. Su mira, sin embargo, está
puesta por ahora en una sola encuesta: la interna de Morena.
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